La Bonita lo
miró y su cielo se fue pintando de amarillos luminosos, le habló y la tarde se coloreó de anaranjados brillantes, le sonrió y la vida le estalló en azules
refrescantes, lo besó y arcoiris indescifrables llenaron su
existencia. La Bonita hizo del rojo, del morado, del verde y del rosa, caricias
interminables para su espíritu.
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