El sol es escaso, pero el calor es insoportable. Desde mi ventana puedo ver algunos guayacanes florecidos que sobresalen entre algunos otros árboles citadinos y edificios residenciales cercanos.
En mi cabeza ronda la muerte ¿Qué eso de muerte? la busqué en el diccionario, en la Biblia, en mis pensamientos, en sabores, en noticias y hasta en redes sociales.
Quisiera no pensarla más, pero es inevitable. No sale de mí, la siento encima apuñalándome la cabeza con recuerdos y el corazón con sentimientos de rabia y dolor. Trato de enfocarme en esos consejos que me han dado como placebo para detener lo inevitable y me dan ganas de vomitar, porque me hastían, porque me empalagan, porque ya me los sé de memoria.
¿Qué pensarán y dirán todos después de que lo haga?
“Fue muy cobarde”, dirán algunos. “Quién sabe qué problemas tenía”, dirán otros. Algunos más buscarán culpables y señalarán sin medida a quien se les antoje.
Yo sé que descansaré, o bueno, por lo menos cortaré de tajo el dolor, mi dolor.
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