viernes, 15 de mayo de 2009

No creo en Milagros

Por: Alejandro Muñoz Cano

Soy Antiuribista, antipolista, antigavirista, antiguillermoescobarista, soy antes que todo escéptico. Y termina uno no creyendo en nada de lo político, porque sus principales figuras son menos que un asco. Creo más en las proteínas de las lentejas, que nada prometen pero cumplen... o sino mirenme a mi, un negrito chiquito pero robusto. Le cuelga a uno la cera en los oídos de tanta baba que botan los políticos, promesas que suenan tan bonitas que hasta el más astuto termina creyéndoselas. El que ahora dice ser el Alcalde de Caldas prometió hasta acabar con las tempestades, nos vendió la tierra por el cielo, y hasta el momento el único que ha gozado con su ascenso ha sido él mismo, reyesuelo con visado multiple rico en viajes por Chile, México y Brasil. Quién sabe después de la tragedia, donde se le vió por Caracol como la mismisima Madre Teresa de Calcuta, que viaje esté programando. A lo mejor piense en el Asia continental para mirar de cerca como prevenir un Tsunami en la quebrada la Valeria. O Uribe, el ungido por Dios directamente, un pelafustán de dos puntas que a punta de ese discurso manido de la seguridad democrática quiere perpetuarse en el poder. Qué nuestro problema es la guerrilla, ese será su lío de venganza, tenemos problemas más serios. La Locería Colombiana está en crisis, a diario los trabajadores, nuevos y viejos, van con la mano entre pecho y espalda a la espera de que sean llamados para echarlos. La salud es una poceta de miserabilidad y limosna, para cualquier consulta por enfermedad por peligrosa que sea terminan a uno recetándole en menos de 10 minutos que dura la sección, acetaminofen y paños de agua. Niños en la calle, salarios que causan risa, servicios públicos elevados, delincuencia común; otros son nuestros problemas, al menos yo no tengo finca, no hago parte de esos mil colombianos privilegiados que cada fin de semana pasan en su casa de campo el estres de la semana, a ellos les sirve la seguridad democrática, pero a los otros 43 millones de colombianos ¿de qué nos sirve?Hay que pensar en eso y comenzar a cambiar muchas cosas desde la misma base. Que no nos metan chucha por guagua.

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