viernes, 12 de marzo de 2010

De paso por la ciudad

"Estaba sonando una canción de Diomedes Díaz, el sol estaba pegando con mucha fuerza y algunas cervezas acompañaban la conversación que tenían los cuatro muchachos en la mesa. Al lado estaba el resto del grupo también conversando, riendo y tomando cerveza.

Yo estaba con mi esposa y mi hijo de 11 años en una mesa cercana, habíamos acabado de llegar a ese boulevard porque yo quería que mi familia se sintiera parte de esa sociedad que a veces veía en la televisión cuando en las noches, en la finca del patrón, no había mucho por hacer.

Ese día los llevé a que conocieran el Metro y nos recorrimos todas las estaciones, recuerdo el asombro de mi esposa y mi hijo cuando descubrieron que a pesar de la velocidad a la que íbamos podían soltarse de los tubos y parecían quietos en un mismo punto. Les dije que iríamos a algún centro comercial para que vieran muchas tiendas juntas y el único que se me ocurrió fue el que vi más cerca desde la estación del Poblado y justo ahí nos bajamos. Entramos a Monterrey y mi hijo me preguntaba por todo lo que veía, yo le respondía cualquier cosa que se me viniera a la cabeza, sabía lo mismo que él.

Buscando un baño para mi esposa resultamos en frente del boulevard y un olor a comida nos llevó hasta allá, nos hicimos en la primera mesa y descargamos los paquetes que llevábamos y mientras mi esposa buscaba el baño, le compré a mi hijo un perro caliente para que almorzara y de paso probara esa comida rara que siempre veía en la tele. Cuando la niña de la tienda de comidas le llevó el pedido a mi hijo mi esposa sacó de su bolsa un tarro lleno con agua de panela y en un vaso que yo pedí en la tienda le sirvió a mi hijo para que pasara su almuerzo. En ese momento supe que estar a la altura de la sociedad de las ciudades no es tan difícil como dicen en mi pueblo, pues vi con asombro cómo los cuatro muchachos que estaban en la mesa del frente tomando cerveza, observaban sonrientes a mi hijo trinchar con elegancia el pan, coger con sólo dos dedos la salchicha y llevar a su boca la cuchara con la ensalada".

Algunos de los hechos relatados en este cuento son extraídos de la realidad, otros son pura imaginación del autor.

Dedicado a los cuatro muchachos de la mesa y al niño que comía, con todo el gusto del mundo y su a su propio estilo, su perro caliente.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Parce excelente historia.
Pero no dejas de ser una nea!!! ja...

JuanSe dijo...

Excelente... Muy buena narrativa... y muy bonito el niño, facil de retratar en la mente de nosotros los lectores... asi son todos, comen el perro a su manera... es increible...

un abrazo... y nos leemos...

Nina the Husky dijo...

muchos nos reimos de cossa asi en las grandes ciudades, sin embargo no nos ponemos a pensar sobre la inosencia detras de esos actos

Vitor dijo...

amor que charro y usted como siempre le saca una historia a lo inimaginable. te felicito. muuuaaa

Anónimo dijo...

Muy caja, creo q estare pendiente de este blog, mas segido. Con respecto al niño, no digo, cada quien tiene su estilo, yo ni se coger la cuchara ni mucho menos los demas cubiertos, pero como yo digo, come lo que quieras, pero usa la cuchara, jejeje suerte.