sábado, 21 de abril de 2012

Por eso Calío contaba solo hasta siete


Óscar Darío fue uno de esos amigos de la infancia que son imposibles de olvidar, esos con los que uno hace y deshace como dicen las mamás. Digo que fue porque hace poco más de un año murió después de que un carro lo atropellara cuando salía de la farmacia luego de comprar una botella de alcohol para preparar ese “chirrinchi” con el que solía emborracharse para olvidar a su mujer, esa que lo dejó por dedicarle más tiempo al juego de cartas que a su familia.

Le decíamos Calío porque así le decía Marina, su hermana menor que apenas empezaba a hablar, y como sonaba gracioso y acortaba y hacía más simple su nombre, Óscar Darío fue Calío por siempre.

Recuerdo que estudiamos juntos desde primero hasta el cuarto sexto que hicimos antes de que abrieran el billar de Enrique y nos pusiéramos a trabajar allí; él lavando vasos y yo sirviendo tragos. Recuerdo que yo no era capaz de pronunciar bien la doble R por un problema en mi paladar y que él solo sabía contar hasta diez y lo hacía en sus dedos.

Recuerdo que la maestra Ofelia, la de español, siempre que pasaba frente al billar camino al colegio, y nos veía metidos allí, casi nos rogaba que regresáramos a estudiar. Recuerdo que nos gustaba la misma ‘pelaita’, Estrella, la hija del dueño de la fábrica de cerámicas y que nunca se dio por enterada de lo que Calío y yo sentíamos por ella, eso creo. Recuerdo que él cogía hormigas cachonas y yo arañas y las metíamos juntas en un tarro para ver cómo una vencía a las otras sin tregua alguna y recuerdo que a él le fascinaba comer torta negra con arepa y mantequilla y a mí el miga’o de agua de panela con galletas, buñuelo y pan.

Pero hay una cosa que nunca ni jamás se me va a olvidar. Recuerdo como si fuera ayer las escapadas que hacíamos al pueblo vecino para ver a través de los extractores de aire del burdel, a las bailarinas que se empelotaban para mostrarle todo a los borrachos que emocionados, les entregaban billetes de todas las denominaciones.

Es imposible olvidar que en una de esas escapadas, mientras veíamos a una de las bailarinas quitarse su poca ropa, por un trágico descuido, Calío introdujo su mano derecha en uno de los extractores de aire y sus aspas le cortaron tres dedos. El pobre redujo su capacidad de contar los números hasta el 10 y por eso Calío contaba solo hasta siete.

1 comentario:

Emilia S dijo...

Hola!! tu blog está genial, me encantaria enlazarlo en mis sitios webs. Por mi parte te pediría un enlace hacia mis web y asi beneficiar ambos con mas visitas.

me respondes a munekitacate@gmail.com

besosss

Emilia