domingo, 17 de mayo de 2009

Relato de una tragedia

Un pequeño homenaje a quienes el pasado 7 de mayo sufrieron las inclemencias del clima y el desquite justificado de nuestra "Pacha mama", especialmente a mi tía y mis primos en la vereda Andalucía del municipio de Caldas.

Los nombres de los personajes son ficticios y la historia es basada en la vida real, con algunos cambios hechos por el autor del relato.

Hacía un calor insoportable, la cama me estorbaba pero tenía que tratar de descansar un poco para poder soportar el largo turno de la noche en la fábrica de textiles, Cristina merodeaba por toda la casa inquieta, como si presintiera algo, siempre le tuve agüero a sus presentimientos, nunca fallaban, siempre pasaba algo, bueno o malo, pero siempre pasaba algo. Mi hermano menor Alonso, estaba sentado en las escalas que unen el puente de salida con el corredor exterior de la casa, mirando pasar a algún transeúnte y viendo correr el agua de la quebrada que pasa cerca.

Por primera vez, Cristina no me dijo nada de su presentimiento, seguramente para no perturbar mi descanso, pero desde mi cama veía como nerviosamente pasaba de un lugar a otro de la casa y no se sentía cómoda en ninguna parte. Tomé mi reloj de la mesita de noche y vi que eran las 2:14 de la tarde, el calor se esfumó de un momento a otro y las tejas divulgaron la presencia de la lluvia. Era una lluvia suave que asentaba el calor del medio día, sentí un poco de frescura y pensé que sería una buena oportunidad para lograr conciliar el sueño. Alonso entró en la casa escapando de la lluvia y le pidió a Cristina que entrara la ropa que estaba extendida en el patio de atrás de la casa.

El cielo se había oscurecido y la lluvia comenzaba a hacerse más constante y en mayor cantidad, repetidamente el cielo se iluminaba e iluminaba todo lo que cubría y detrás de esos destellos de luz venían truenos que retumbaban en lo alto y hacían vibrar los vidrios de las ventanas. La lluvia aumentaba al igual que los truenos, de pronto escuché a Alonso que con un poco de alegría gritó que estaba cayendo granizo, algo que no es muy frecuente a pesar de lo constantes que sí son las lluvias en este pueblo. Cristina, entró en mi habitación despacio y tratando de no hacer ruido, pensaba que yo estaba dormido, pero cuando me vio despierto se sonrió y me preguntó que si había logrado descansar algo.

El granizo se estrellaba con fuerza en las tejas y hacían un concierto de alboroto en todo el vecindario. Yo me acerqué a la ventana para observar la lluvia y el espectáculo que generaban los trozos de hielo blanco cuando cubrían todo donde se dignaban caer. Cristina se acercó a mí y me abrazó desde atrás por la cintura, su rostro lo recargó en mi hombro y me dijo que estaba asustada. Estábamos mirando hacía afuera cuando Alonso gritó asustado anunciando que el granizo había roto una de las tejas de la casa y que por allí se estaba colando el agua de la lluvia, cuando me dirigía por el corredor central de la casa Cristina me hizo devolver gritando que doña Marta estaba afuera de su casa llorando y gritando, cuando me devolví a ver lo que sucedía pude ver que la quebrada que pasa por el frente de la casa había subido su cauce extraordinariamente y que las aguas se estaban entrando en todas las viviendas, incluyendo la mía.

Alonso, desesperado, abrió la puerta y salió al corredor exterior y, dudoso, cruzó el puente que conduce a la calle y se resguardó en casa de doña Luisa que es un segundo piso al frente la mía y que no corría ningún riesgo. El puente ya casi ni se veía y en el ambiente había un olor fuerte a lodo y a tragedia. Los muros que separaban los corredores exteriores de las casas aledañas a la mía estaban represando el agua que se escapaba de la quebrada y la estaba dirigiendo hacia el interior de las viviendas. Seguro de que Alonso ya se encontraba resguardado, le dije a Cristina que me ayudara a acomodar las cosas que más se pudieran en lugares altos para que el agua no las estropeara. Cristina, asustada por lo que estaba sucediendo, trató de hacer lo que yo le pedí. Entre los dos subimos el equipo de sonido y el televisor en el chifonier que estaba en mi habitación. El ruido que producía el granizo y la lluvia en las tejas nos obligaba a gritar para entendernos lo que decíamos.

Mientras Cristina y yo tratábamos de colocar fuera del alcance del agua y el lodo la mayoría de cosas de valor de la casa, estoy seguro, en las demás viviendas, nuestros vecinos hacían lo mismo. La lluvia continuaba cada vez con mayor intensidad, el agua seguía entrándose por todas partes y cada instante que pasaba lograba un nivel más alto. Montados en la cama, sosteniendo el chifonier que soportaba los elementos que designamos como de mayor valor, Cristina y yo veíamos cómo los taburetes y los muebles flotaban en el agua. Llorando, Cristina me dijo que quería salir de la casa, que el agua cada vez subía más y que era mejor que buscáramos salida por el patio de atrás. Cuando decidimos salir y al soltar el chifonier, el agua hizo que este se balanceara hasta que cayó haciendo que todo lo que estaba encima cayera con él.

Cuando estábamos pasando por el corredor central el agua ya nos llegaba al pecho y los pasos no eran seguros pues sentíamos como nuestros pies se hundían en el lodo helado que para ese instante ya cubría todos los rincones de la casa. Cristina, pegada de mis hombros, trataba de sortear todas las cosas que flotaban en el agua y cuando vimos que podíamos aprovechar el chifonier de la pieza de mi mamá para salir por el techo, lo acomodamos como pudimos y trepamos hacia el tejado de la casa.

Estando ya montados en el techo, logramos ver a Alonso en el balcón de la casa de doña Luisa, él, llorando, miraba cómo la quebrada se llevaba todos los enceres de nuestra casa y los de las casas vecinas. Cristina y yo logramos alcanzar el patio trasero que comunica con el pequeño cerro en donde está ubicada la placa polideportiva y trepando, subimos hasta allí, dejando atrás la casa inundada y los esfuerzos de muchos años de trabajo ahogados en el fango que la quebrada, inmisericordemente, había dirigido hasta allí.

Cristina me abrazó y me dijo llorando que no creía lo que estaba viendo. Lloré al ver a Alonso asustado resguardado en los brazos de doña Luisa, pensé en mi madre, en lo doloroso que iba a ser para ella revivir el desastre que hace tres años nos envolvió y que ahora, después de habernos recuperado y haber alcanzado la estabilidad, volvía a suceder. Lloré pensando en mis hermanos y en mis sobrinas, que lo acababan de perder todo, en mi padre que ha luchado toda la vida por tener lo suficiente en la casa para tratar de vivir dignamente; lloré por Cristina que encomendó sus sueños a mi compañía y lloré por mí, por sentirme impotente frente a lo que estaba sucediendo.


















4 comentarios:

veronica dijo...

uyyyyyyyyyy víctor dura historia es terrible leer estas cosas pero son la realidad... casi que no la termino de leer mi voz se a quebrantaba.. Dios ayude a tu familia y a todas las que les toco vivir esta historia

Catalina Yepes L dijo...

Flacuchento... te felicito estuvo excelente pero como que un poquito larga pero no importa igual que todas las demas historias estuvo espectacular chaito y sigue pa´lante te quiero mucho Cata

Víctor dijo...

Gracias por los buenos deseos y por leerme...jejeje...trataré de hacer mis escritos más felices, si así lo ameritan; y más cortas, igualmente si lo ameritan...

Tatiana dijo...

definitivamente, demasiado impactante la historia, me llevó a vivir, por medio de esta gran historia, cada momento acontecido en esta fecha.Dan unas ganas de llorar impresionantes... de nuevo te felicito de todo corazón por tus escritos.