jueves, 1 de octubre de 2009

No quiero que llegue el viernes

Escarbando entre las cosas viejas que mi abuelo dejó guardadas en su armario, me encontré una carta que describe el desasosiego que le produjo el cambio de rutina en su cotidiano espacio de amor. La carta tenía las siguientes palabras:

“Como una copa de cristal al caer al suelo, así se rompió el trato sensato y justo al que habíamos llegado en aquel tiempo en que el amor nos golpeaba hasta dejarnos inmóviles de dolor, de ese dolor que uno desea siempre, de ese dolor que nos convierte en masoquistas cargados de cursilería.

Ese trato de hacer el fin de semana nuestro, solo nuestro, ahora es solo un documento ilegal, casi inexistente con esas firmas de constancia invisibles que plasmamos una vez, simbólicamente, muertos de amor y risa de complicidad.

Llegó de nuevo el viernes, se termina una semana de trajín y espero verte para arruncharme con vos en mi cama y abandonarnos en el descanso merecido por la labor cumplida. Ni tan cumplida en ocasiones, esas en las que un trabajo incompleto y la premura del tiempo para alcanzar el logro del mismo hacen que las horas laborales se extiendan y no puedas cumplir con la primera parte de ese trato ahora deshecho.

Espero encontrarme con un viernes diferente en la semana que continúa, y lo logro, es un viernes diferente, ya no hay retraso laboral; pero tus compañeras de la universidad quieren pasar una noche de disipación con vos. Una llamada y de nuevo, roto el trato y rota la ilusión.

Bueno –me digo- viene un viernes más, hay muchos viernes más. Sirven esas palabras de consuelo, claro que sirven. Soporto una eterna semana más esperando el tan anhelado viernes hasta que se digna llegar. Por fin se reanudará nuestro trato - pienso vigoroso. Los viernes odio el celular sonando, no quiero escuchar una excusa más para volver a decepcionar la propuesta inocente y aceptada de hacer de los fines de semana un tiempo exclusivo para nosotros. Pero qué va, vuelve y suena y me destruye la ilusión, esta vez son los compañeros de la oficina, quieren, muy amigablemente, celebrar el cumpleaños de uno de ellos y lo quieren hacer con aquellos con los que compartieron, convivieron y disfrutaron más de 50 horas en la semana. Ni se les pasa por la cabeza las ansias locas que tengo de volver a disfrutar de ese viernes extraviado con mi novia, con la que no he podido pasar siquiera 10 de esas horas.

Una semana más, una ilusión más…una excusa más. De nuevo sus compañeras de la universidad arremeten con esas ganas, a lo mejor desconocidas, de arrebatarme de nuevo el inicio de un fin de semana al lado de mi novia que amo y adoro y con la que hace mucho tiempo hice un trato que parece inexistente ahora.

Ya no quiero que llegue el viernes, ese viernes que amaba y deseaba pero que ahora odio. No quiero que llegue el viernes indeciso de si te tengo para mí o no, no espero ese viernes que abre ese fin de semana que es nuestro, que era nuestro.

Espero no ser juzgado ni señalado por esto, aunque sé que así va a ser. Espero no enfrentarme a retaliaciones por sentir lo que siento, espero no volver a encontrarme con esos viernes de incertidumbre, espero volver a rehacer ese trato que un día fue motivo de impaciencia por la exagerada demora para la llegada del fin de semana. Te espero a ti el próximo viernes cuando finalices tus labores de la semana”.


3 comentarios:

partenon dijo...

"Aún me da miedo mirar hacia atrás y escarbar en el pasado, me da miedo renacer aquellos lindos momentos en que todo el universo giraba a nuestro alrededor, me da miedo sentirme satisfecho por lo vivido y vacío por lo perdido" muy acorde señor Vélez, a veces extrañar lo que se quería puede estropear un presente...

JuanSe... dijo...

uy hermano!! qué mas puedo decir... promesas que a veces por cosas del destino se rompen y lo peor es que tal vez uno nunca quiso romperlas, cielos azul oscuro que nos maldicen por romperla, porque cambiar un viernes arrunchado en la cama por una cerveza con la gente que ves en el mismo cubiculo durante una semana, es algo que nadie entiende, pero que muchas veces hacemos...

un abrazo... qué buena historia...

Tatiana dijo...

Me haces sentir tan identificada con este escrito, que mejor dicho; en mi vida esa misma promesa y muchas más también se rompieron y se incumplieron,por las cuales luché hasta el final pero lastimosamente fue un intento fallido...pero bueno, de eso también se aprende...

esta historia no es la excepción, y por eso te digo que me encantó...FELICITACIONES!!!!